Se acaba, se acaba.... se acabó el whisky! O: la triste historia de un Glenfarclas.
En diciembre pasado, mi suegro y dos de mis cuñadas hicieron un viaje de esos que estoy esperando hacer en un futuro próximo: Se fueron a Escocia.
Resulta que por allá vive un muy buen amigo de mi suegro y lo invitó a su casa a pasarse dos semanitas. Como buen mexicano, no dejé de hacerles un "encarguito": Que me trajeran un buen whisky, de esos que no hay por acá. Me pidieron una lista, la cual traté de hacer lo más clara posible. Sin embargo, y como suele suceder, me trajeron un whisky que no estaba en la lista, sugerencia del amigo de mi suegro.
Se trató de un Glenfaclas Cask Strength, igualito al de la foto que acá pongo. El comentario que me hicieron al dármelo fue que su amigo les había dicho que "si me gustaba el whisky, este era el que me tenían que traer".
En fin, jamás en mi vida había probado un whisky de este tipo, que nomás trae 60º de alcohol. Esto tal vez sea menos que el famoso ron 151 de Bacardí de cuando era adolescente y el cual tuve la fortuna de probar en su momento.
Prudentemente no abrí la botella el día que me la dieron. Me esperé a un día especial... que fue el día siguiente. Lo probé yo solo, para no tener la influencia de nadie. Me serví un poco en mi vaso de degustación, lo olfateé. Un aroma maravilloso, como pocos. Pero no voy a dar notas de cata, sino la experiencia de probar esta maravillita. Si lo que quieres checar es nota de cata, da clic aquí.
Con el primer sorbo me vi naquísimo. Empecé a estornudar! En verdad que esta cosa es fuerte, sin embargo, pasa lo mismo que con el vino: el primer trago no es referencia de si lo que estás tomando es bueno o no. Hay que dejar que la boca se acostumbre.
Segundo sorbo: Wow! Un sabor intensto. Sí, efectivamente es un típico whisky de Speyside, dulzón, pero carambas! Que sabor!
Había leído algo en Internet de que para apreciarlo bien había que reducirlo con agua. Utilicé mi pipeta y le puse un poco... mmmmhhh... bajaba la intensidad del sabor y efectivamente cambiaba un poco, pero estaba igual de bueno... y fuerte. Le puse más agua y... aparentemente me pasé, porque me sabía a un whisky cualquiera... podría haber pasado por un Glenffiddich 12 o un Glenlivet.... así de fuerte era el cambio.
Pasaron varios meses y me acostumbré a tomarlo solo, sin agua y tal vez con un hielito. Qué maravilla. El típico whisky que no compartes con nadie, no se les vaya a ocurrir echarle agua mineral o algo peor: Coca Cola!
Es padre saber que tienes algo raro en tu cantina. Algo que es como un tesoro para tí. Algo que en algún momento de la vida puede ser objeto de conversación y porqué no, algo que se puede disfrutar con alguien que de veras sepa qué se está tomando. A veces lo compartía con mi cuñada Lucía, quien disfruta también el buen whisky... además que ella fue una de los que me trajo esta botellita.
Los pocos terceros que probaron este Glenfarclas tuvieron la misma reacción que yo la primera vez. Todo mundo tosió, pero ya después concordaron que se estaban tomando algo excelso ¡Qué Blue Label ni qué chingaos!
Llegamos al mes de septiembre y un buen día decido tomarme una copita de esto y para mi sorpresa me encuentro con que ya no queda mucho! En ese momento recordé aquel famoso "no sabes lo que tienes hasta que lo ves perdido"...
¿Se evaporó?
¿Me lo tomé muy rápido?
¿Alguien le dio baje sin que me diera cuenta?
Lo que haya sido. El disfrute de este whisky se incrementó en 1000%. En verdad uno aprecia mejor las cosas cuando ve que ya no las va a tener.
Esta experiencia me sirvió para valorar todo lo que tengo y lo bendecido que he sido en la vida, además de que cuando vuelva a encargar una botella de whisky, no puede ser una, sino dos!
Resulta que por allá vive un muy buen amigo de mi suegro y lo invitó a su casa a pasarse dos semanitas. Como buen mexicano, no dejé de hacerles un "encarguito": Que me trajeran un buen whisky, de esos que no hay por acá. Me pidieron una lista, la cual traté de hacer lo más clara posible. Sin embargo, y como suele suceder, me trajeron un whisky que no estaba en la lista, sugerencia del amigo de mi suegro.

En fin, jamás en mi vida había probado un whisky de este tipo, que nomás trae 60º de alcohol. Esto tal vez sea menos que el famoso ron 151 de Bacardí de cuando era adolescente y el cual tuve la fortuna de probar en su momento.
Prudentemente no abrí la botella el día que me la dieron. Me esperé a un día especial... que fue el día siguiente. Lo probé yo solo, para no tener la influencia de nadie. Me serví un poco en mi vaso de degustación, lo olfateé. Un aroma maravilloso, como pocos. Pero no voy a dar notas de cata, sino la experiencia de probar esta maravillita. Si lo que quieres checar es nota de cata, da clic aquí.
Con el primer sorbo me vi naquísimo. Empecé a estornudar! En verdad que esta cosa es fuerte, sin embargo, pasa lo mismo que con el vino: el primer trago no es referencia de si lo que estás tomando es bueno o no. Hay que dejar que la boca se acostumbre.
Segundo sorbo: Wow! Un sabor intensto. Sí, efectivamente es un típico whisky de Speyside, dulzón, pero carambas! Que sabor!
Había leído algo en Internet de que para apreciarlo bien había que reducirlo con agua. Utilicé mi pipeta y le puse un poco... mmmmhhh... bajaba la intensidad del sabor y efectivamente cambiaba un poco, pero estaba igual de bueno... y fuerte. Le puse más agua y... aparentemente me pasé, porque me sabía a un whisky cualquiera... podría haber pasado por un Glenffiddich 12 o un Glenlivet.... así de fuerte era el cambio.
Pasaron varios meses y me acostumbré a tomarlo solo, sin agua y tal vez con un hielito. Qué maravilla. El típico whisky que no compartes con nadie, no se les vaya a ocurrir echarle agua mineral o algo peor: Coca Cola!
Es padre saber que tienes algo raro en tu cantina. Algo que es como un tesoro para tí. Algo que en algún momento de la vida puede ser objeto de conversación y porqué no, algo que se puede disfrutar con alguien que de veras sepa qué se está tomando. A veces lo compartía con mi cuñada Lucía, quien disfruta también el buen whisky... además que ella fue una de los que me trajo esta botellita.
Los pocos terceros que probaron este Glenfarclas tuvieron la misma reacción que yo la primera vez. Todo mundo tosió, pero ya después concordaron que se estaban tomando algo excelso ¡Qué Blue Label ni qué chingaos!
Llegamos al mes de septiembre y un buen día decido tomarme una copita de esto y para mi sorpresa me encuentro con que ya no queda mucho! En ese momento recordé aquel famoso "no sabes lo que tienes hasta que lo ves perdido"...
¿Se evaporó?
¿Me lo tomé muy rápido?
¿Alguien le dio baje sin que me diera cuenta?
Lo que haya sido. El disfrute de este whisky se incrementó en 1000%. En verdad uno aprecia mejor las cosas cuando ve que ya no las va a tener.
Esta experiencia me sirvió para valorar todo lo que tengo y lo bendecido que he sido en la vida, además de que cuando vuelva a encargar una botella de whisky, no puede ser una, sino dos!
Comentarios
Publicar un comentario